Los pequeños peces pelágicos que se agrupan en aguas abiertas, como sardinas o anchoas, son comidos por toda clase de depredadores. Las aves marinas, los mamíferos marinos y los peces más grandes se alimentan de estos pelágicos pequeños, haciendo que reciban el apodo de «peces de forrajeo».
Los peces de forrajeo son el soporte de muchas pesquerías, en especial de las «pesquerías de reducción» en las que los peces son capturados y reducidos a comida o aceite para ganado o acuicultura. La pesquería de anchoveta en las costas de América del Sur es la más grande del mundo y casi toda su captura es reducida. Desde una perspectiva de producción de alimentos, las pesquerías de reducción convierten el pescado que los humanos no quieren comer en otros tipos de carnes que sí les gusta. Esto no quiere decir que los peces de forrajeo no sean pescados para consumo humano, lo son y tienen de las huellas de carbono más bajas de todos los alimentos, pero la mayoría de la captura se reduce. ¡Comamos más anchoas y sardinas!
Sin embargo, los peces de forrajeo también tienen un papel fundamental en muchos ecosistemas oceánicos. Ellos sostienen las dietas de aves y mamíferos marinos como ballenas, delfines, frailecillos, albatros y otras especies vulnerables, a la vez que contribuyen indirectamente a pesquerías valiosas; por ejemplo, salmones y atunes se alimentan de peces de forrajeo. Su papel en la cadena trófica ha conducido a reclamos que buscan limitar las pesquerías de peces de forrajeo para aumentar las poblaciones de sus depredadores de mayor valor. Esto es lógico, pero una nueva investigación publicada esta semana por Free et al. muestra que es más complejo que simplemente «más presas, más depredadores.»
Una breve historia de la modelación poblacional de peces de forrajeo
En 2012 se publicó un artículo importante sobre peces de forrajeo que recomendaba tener un enfoque muy cauteloso frente a su pesca comercial. Sugirieron que, para ser lo más conservadores posible, incluso las pesquerías que actualmente se consideran bien gestionadas deberían reducirse un 50% para mejorar y mantener las poblaciones de depredadores. Este artículo dio inicio a una década de modelación poblacional y discusión científica sobre peces de forrajeo. La crítica principal del artículo del 2012 fue que el modelo de ecosistema usado asumía que la pesca comercial tenía un impacto desmedido sobre las poblaciones de peces de forrajeo y no explicaba las condiciones del océano. Sin embargo, las poblaciones de peces de forrajeo son muy sensibles a las condiciones ambientales. Por ejemplo, mucho antes de ser pescada por los humanos,la sardina del Pacífico pasó por períodos de aumentos y declives poblacionales significativos. Esta sensibilidad ambiental hace más difícil de entender el impacto de la pesca, especialmente porque los depredadores consumen muchos más peces de forrajeo que lo extraído mediante la pesca. Es cierto que la sobrepesca es mala, pero ¿reducir la pesca por debajo de niveles sostenibles beneficiaría al ecosistema general?
Los científicos investigaron más. En 2017, un artículo de Hilborn et al. mostró poca correlación entre las poblaciones de peces de forrajeo y sus depredadores. Los autores discutieron que si los peces de forrajeo tienen ciclos naturales de aumentos y declives, sus depredadores deberían tener la resiliencia para encontrar otros tipos de presas en tiempos de aumento (y, en efecto, la mayoría de los depredadores marinos que forrajean sobre peces pelágicos pequeños tienen una dieta más amplia y son altamente móviles). Hilborn et al. cuestionaron las recomendaciones hechas en el artículo del 2012 de adoptar un enfoque muy cauteloso para las pesquerías de peces de forrajeo. Sin embargo, aún se trataba de un análisis relativamente simple ya que los autores usaron datos poblacionales para mostrar correlaciones (o la ausencia de éstas) entre la abundancia de peces de forrajeo y cambios en las poblaciones de sus depredadores. Encontraron que solo 5 de los 50 depredadores examinados en el estudio mostraron una correlación positiva con la población de peces de forrajeo.
El artículo del año 2017 mostró correlación pero no causalidad, mientras que el artículo publicado esta semana muestra causalidad al incluir un modelo de la dinámica del depredador que incorpora los ciclos de aumento y declive de la presa (peces de forrajeo), algo que no estaba en modelos previos. Además, el artículo del 2017 solo contemplaba los ecosistemas de Estados Unidos; este artículo incluye ecosistemas en Europa, Sudáfrica y la corriente de Humboldt frente a Sudamérica, dando una visión más global de la dinámica del ecosistema de los peces de forrajeo.
El modelo actualizado, los resultados y las sugerencias de gestión
El artículo de Free et al. usó un modelo de complejidad intermedia, lo cual es un avance respecto a los modelos de correlación de una única especie, pero no está al nivel de un modelo ecosistémico altamente complejo. Hay una buena razón para ello: los modelos ecosistémicos altamente complejos son demasiado amplios como para estudiar la dinámica específica entre depredador-presa y rara vez incluyen suficiente resolución taxonómica. La complejidad intermedia fue el avance que se podía hacer para estudiar interacciones depredador-presa particulares.
Los investigadores afirman en el artículo que el modelo «tenía gran poder para detectar la influencia de peces de forrajeo sobre los depredadores».
Ejecutaron el modelo para examinar 45 depredadores diferentes que dependían de los peces de forrajeo en al menos el 20% de su dieta y obtuvieron resultados similares al artículo de 2017, es decir, pocas relaciones significativas entre la abundancia de peces de forrajeo y la abundancia de depredadores.
Nuestros resultados indican que la abundancia de peces de forrajeo rara vez impacta sobre la productividad del depredador, lo que sugiere que la gestión extremadamente cautelosa de peces de forrajeo rara vez alcanzaría los beneficios buscados para las poblaciones de depredadores marinos.
Los autores proporcionaron varios casos de estudio reales sobre depredadores marinos resilientes que apoyan sus resultados. Por ejemplo, los escúas grandes del Mar del Norte han cambiado la presa en respuesta a la sobrepesca de aguaciosos y no han tenido declives poblacionales. Los pequeños pingüinos del sureste de Australia también se adaptan bien. Ellos cambian la ubicación de forraje basándose en las tasas de captura de años anteriores y se lo comunican a otros pingüinos. Sin embargo, en comparación con los mamíferos marinos y los peces depredadores, las aves marinas son menos resilientes en términos generales.
Si bien el análisis mostró pocos casos en los que la abundancia de peces de forrajeo afecta la abundancia de depredadores, hay algunas excepciones considerables que mencionar: las poblaciones locales pueden tener importancia, especialmente alrededor del área de cría. Aunque, en general, los animales eligen las áreas de cría debido a su resiliencia, la sobrepesca en esas áreas mostró tener los efectos más dañinos sobre la abundancia de los depredadores.
Hubo otro hallazgo en el que vale la pena reparar: en algunos casos, cuando las poblaciones de peces de forrajeo aumentaron, las poblaciones de peces depredadores disminuyeron. Es, sin duda, un resultado extraño; la sobreprotección de los peces de forrajeo puede reducir las poblaciones de peces depredadores. Se cree que los peces de forrajeo se alimentan de juveniles planctónicos de peces depredadores, reduciendo la cantidad que llega a la adultez.
Los depredadores marinos necesitan protección, pero reducir la pesca de peces de forrajeo no es la respuesta
Indudablemente, la pesca puede impactar sobre los animales de altos niveles tróficos, pero pescar menos peces de bajos niveles tróficos no parece tener el efecto deseado en la conservación. En su lugar, los autores ofrecen tres sugerencias mejores para proteger a los depredadores marinos:
- Reducir la pesca y mortalidad incidental, una seria amenaza tanto para las aves marinas como para los mamíferos marinos, a través de modificaciones en los artes de pesca o la gestión dinámica del océano.
- Proteger los sitios de cría restaurando el hábitat, eliminando invasivas y reduciendo la perturbación humana.
- Restringir la pesca cerca de los sitios de cría.
Max Mossler
Max is the managing editor at Sustainable Fisheries UW.